El 80% de los niños obesos continuarán siéndolo cuando
lleguen a adultos si no se adoptan las medidas oportunas por parte de padres,
profesores y familiares. Aquí tenéis algunas recomendaciones para prevenirla.
La obesidad infantil, aunque puede estar originada por una
enfermedad genética endocrina, en el 99% de los casos se produce como resultado
de la combinación de una serie de factores ambientales (una dieta inadecuada y
sedentarismo), genéticos (los niños cuyos padres son obesos tienen un riesgo
mayor de padecer el trastorno) y psicológicos (cuando se utiliza la comida para
compensar problemas emocionales, estrés o aburrimiento).
Factores ambientales
Una dieta hipercalórica, con abuso de alimentos ricos en
grasas y azúcares, y que suponga una ingesta energética superior a las
necesidades reales durante largos periodos de tiempo, tiene como consecuencia
un importante incremento de la grasa corporal. Ver la televisión es un
importante factor de riesgo para desarrollar obesidad porque, además de
tratarse de una actividad sedentaria que sustituye a otras en las que sí se
consume energía, facilita que se siga comiendo, e incluso se imite a personajes
con malos hábitos alimentarios (tan importante se considera la influencia de la
televisión sobre los más pequeños que, en Estados Unidos, se modificó la dieta
del Monstruo de las Galletas de Barrio Sésamo, convirtiéndolo en un gran
aficionado a las verduras).
Factores genéticos
El riesgo de que un niño sea obeso aumenta considerablemente
cuando sus padres lo son (tiene cuatro veces más posibilidades de desarrollar
obesidad si uno de sus padres es obeso, y ocho veces más si ambos progenitores
lo son).
Factores psicológicos
En ocasiones, tanto niños como adultos, buscan en la comida
una recompensa, una forma de mitigar sus carencias y frustraciones. Pueden
comer cuando se sienten tristes o inseguros, para olvidar sus problemas, por
estrés o por aburrimiento.
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